Un buen amigo mío geógrafo, Frank Sánchez, revisó y me pidió que revisaramos juntos un antiguo texto y así lo hemos hecho. No soy ni mucho menos Josep Mª Espinàs, ni Camilo José Cela, ni el Luís Buñuel de "LAS HURDES. TIERRA SIN PAN" [1933], por supuestísimo que no; tan sólo escribo como lo haría un cineasta que tratara de describir una localización para una película, un modesto estudio topográfico y fotográfico, eso es todo...
Frank me dijo exactamente: "Qué texto más bonito. Como geografo, estas descripciones me encantan: es un gran trabajo de geografia humanista. Tambien me trae buenos recuerdos, ya que pase algunos veranos de mi infancia (y algun que otro sabado de invierno) en el cercano municipio de Begur. ¡Podiamos hacer una excursión y rematarla con una cantada d' havaneres i un bon cremat de rom!)."
Y es sabido que tras la ingesta de unos buenos tragos de cremat de rom confluyen mucho mejor las idéas. X. S.
Entre Santa Cristina d´Aro y Sant Antoni de Calonge se encuentra Torre Valentina, esto pertenece a la provincia de Gerona; para mí es un estado mental, un lugar mítico e idílico. Éste no es un subterfugio de la memoria, el lugar que voy a describir provoca en mi cierta inquietud mas allá del puro deleite arquitectónico románico y de la ambientación recargada y ostentosa de lo que representa un mero capricho de nuevos ricos. Son modernismos y contrastes entre lo viejo y lo nuevo que me hacen pensar en Dalí; podemos observar como la naturaleza hostil en desacuerdo con la obra construida por el hombre para su disfrute, la va erosionando lentamente. Desde el periplo a pié hasta el Camí de Ronda vemos la espléndida y azul playa, -soberbia en los días claros-, con sus calas. Durante la guerra civil se construyeron en esas rocas feos búnkers.
Bunkers en las rocas
Si tomamos el Camí de Ronda un buen trecho de camino abrupto nos lleva a las calas, el trayecto está lleno de cuestas sin alisar, con muchos pedruscos y raíces de pinos, y con un inmenso precipicio con tramos muy peligrosos por estrechos.
El difícil camino se intentó vallar hace muchos años con una gran baranda de madera, pero la madera de la obsoleta estructura se pudrió, así que mas recientemente se trató de apuntalar las vallas con postes metálicos y con cable alambrado. Un efecto muy inarmónico con el paisaje natural. Incluso los sueños son imperfectos.
Llegamos al primer punto de interés: La encrucijada de caminos. Hay un camino para continuar caminando, otro para salir del primer camino, otro para acceder a la primera cala, otro para acceder a una escala superior hasta los hoteles y a los apartamentos de lujo de montaña, y un quinto camino para visitar el castillo románico situado en un plano inferior al de la montaña.
Pero yo deseo seguir andando por el Camino de Ronda. El siguiente punto de interés es un puente-túnel de madera y piedra. Si cruzas por el quedas cubierto por las motas de polvo que flotan en el aire. Desde allí se puede contemplar la privilegiada terraza de estilo románico propiedad de un millonario.
El difícil camino se intentó vallar hace muchos años con una gran baranda de madera, pero la madera de la obsoleta estructura se pudrió, así que mas recientemente se trató de apuntalar las vallas con postes metálicos y con cable alambrado. Un efecto muy inarmónico con el paisaje natural. Incluso los sueños son imperfectos.
Llegamos al primer punto de interés: La encrucijada de caminos. Hay un camino para continuar caminando, otro para salir del primer camino, otro para acceder a la primera cala, otro para acceder a una escala superior hasta los hoteles y a los apartamentos de lujo de montaña, y un quinto camino para visitar el castillo románico situado en un plano inferior al de la montaña.
Pero yo deseo seguir andando por el Camino de Ronda. El siguiente punto de interés es un puente-túnel de madera y piedra. Si cruzas por el quedas cubierto por las motas de polvo que flotan en el aire. Desde allí se puede contemplar la privilegiada terraza de estilo románico propiedad de un millonario.
Torre de defensa, puente y Villa Romana en el Camí de Ronda de Torre Valentina, con Palamós al fondo
El tercer punto de interés es un estrecho caminito con tres peldaños de escalera de ladrillo para iniciar el ascenso hasta una vulgarísima plataforma de cemento, más otros tres para efectuar el descenso de dicha elevación.
El arquitecto -del ayuntamiento, presumiblemente- que diseñó tal cosa se preocupó además de redondear su obra maestra colocándole al fondo, -tocando a un muro de piedra-, unos incomodísimos bancos con las patas hechas a base de apilar ladrillos y como asientos hechos de baldosas de acera para poder descansar de la odisea; (como si tal cosa fuera posible tratándose de un asiento tan duro).
Además de no existir efecto plástico alguno, podemos observar sin dificultad los contornos angulosos, oblícuos, de volumen irregular de la superficie; en clara disputa de los largos y estrechos caminos con los gastados escalones -algo malsano-.
La arquitectura úrbana no casa en absoluto con la naturaleza silvestre. Cuando lo ornamental deriva hacia la búsqueda del confort en un entorno hóstil muere lo natural.
Unos escalones, antes o después de una cuesta empinada, lo mismo impiden al intrépido viajero evolucionar por estos páramos con naturalidad durante el ascenso, como le permiten al mismo un dinamismo desencajado; haciendo que el sujeto en cuestión desarrolle un primitivo instinto de supervivéncia cuando lllega el momento fatal -aunque muy posible- del descalabro durante el descenso de la cuesta en este tramo.
El castillo de Torre Valentina se alza majestuoso ante mí -como si se tratara del castillo en las nubes del cuento infantil "Jack y las habichuelas mágicas"; parece contemplarme con desdén.
Para atravesar el siguiente tramo hay que caminar muy lentamente y muy pegado al muro de piedra; asimismo uno tiene que ír esquivando los árboles que entorpecen el trayecto. Caprichosamente crecen estos en posición horizontal, llegando incluso a atravesar los muros de piedra. Están comprimidos, ahogados; y tratan de impedir a los humanos aventureros -que ósan pasar por ahí para acceder a las calitas- desarrollar naturalmente su andadura. Obligando a estos a inclinarse, a curvarse bruscamente, a desempeñar gestos entrecortados que dibujan curvas o diagonales extravagantes enmedio de esta naturaleza inóspita.
Estos árboles que salen de los muros de piedra son como muertos saliendo de sus tumbas. Son auténticos muertos en vida.
El arquitecto -del ayuntamiento, presumiblemente- que diseñó tal cosa se preocupó además de redondear su obra maestra colocándole al fondo, -tocando a un muro de piedra-, unos incomodísimos bancos con las patas hechas a base de apilar ladrillos y como asientos hechos de baldosas de acera para poder descansar de la odisea; (como si tal cosa fuera posible tratándose de un asiento tan duro).
Además de no existir efecto plástico alguno, podemos observar sin dificultad los contornos angulosos, oblícuos, de volumen irregular de la superficie; en clara disputa de los largos y estrechos caminos con los gastados escalones -algo malsano-.
La arquitectura úrbana no casa en absoluto con la naturaleza silvestre. Cuando lo ornamental deriva hacia la búsqueda del confort en un entorno hóstil muere lo natural.
Unos escalones, antes o después de una cuesta empinada, lo mismo impiden al intrépido viajero evolucionar por estos páramos con naturalidad durante el ascenso, como le permiten al mismo un dinamismo desencajado; haciendo que el sujeto en cuestión desarrolle un primitivo instinto de supervivéncia cuando lllega el momento fatal -aunque muy posible- del descalabro durante el descenso de la cuesta en este tramo.
El castillo de Torre Valentina se alza majestuoso ante mí -como si se tratara del castillo en las nubes del cuento infantil "Jack y las habichuelas mágicas"; parece contemplarme con desdén.
Para atravesar el siguiente tramo hay que caminar muy lentamente y muy pegado al muro de piedra; asimismo uno tiene que ír esquivando los árboles que entorpecen el trayecto. Caprichosamente crecen estos en posición horizontal, llegando incluso a atravesar los muros de piedra. Están comprimidos, ahogados; y tratan de impedir a los humanos aventureros -que ósan pasar por ahí para acceder a las calitas- desarrollar naturalmente su andadura. Obligando a estos a inclinarse, a curvarse bruscamente, a desempeñar gestos entrecortados que dibujan curvas o diagonales extravagantes enmedio de esta naturaleza inóspita.
Estos árboles que salen de los muros de piedra son como muertos saliendo de sus tumbas. Son auténticos muertos en vida.
Final de trayecto y un cuarto punto que despierta mi interés: Una cala solitaria, gran superficie de roca plana con una gran pendiente hacia abajo, muy empinada y que desemboca en el mar cruzada por unos grandes raíles, -utilizados para botar los yates de los millonarios-. Pues durante los años treinta del siglo XX muchos vips británicos se instalaron permanentemente en esta zona buscando quizás una réplica soleada a las costas de Cornuailles y Saint-Malo; como la actriz británica, protagonista de "Los 39 Escalones" de Hitchcock: Madeleine Carroll.
Por los dos grandes ojos azul turquesa de un gran acuario un grupo de seres humanos nadan como si fueran delfines y sirenas, me observan divertidos. Son millonarios sumergiéndose en la piscina de un suntuoso y exclusivo hotel, buceando hasta un inmenso ventanal de cristal abierto en medio de un muro de piedra románico.
Nuevamente una imágen naturalista con la suficiente y fuerte preséncia del mar Mediterráneo se vé entorpecida por la excentricidad, voluptuosidad y ociosidad de unos privilegiados que, depredando conscientemente el hábitat natural, han construído monstruosidades superfluas, poniendo vados para evitar que las personas sencillas disfruten de la naturaleja salvaje, y centrando toda la atención en los paraísos artificiales.
Al lado de este desvarío de ricos está la entrada sellada de una oscura y lúgubre mazmorra romana.A tan solo unos pocos metros de este sacrilegio, otro capricho mundano se puede observar con estupor. Otro multimillonario, -esta vez un excéntrico americano-, se hizo construir allá por los años cincuenta del pasado siglo, una inmensa propiedad mas inclinada que la Torre de Pisa sobre una colina pronunciadísima. A lo que una véz fué un palacio gótico inglés se le construyó un anexo realmente horrendo y decadente. Se trata de una torre blanca con grandes cristaleras -propia de la era aerodinámica en la que fue diseñada y concebida-, con un ridículo espantajo de porcelana, de un metro sesenta y ocho de alto, con la forma de una señora anciana, sentada ante un huso de hilar, -que de lejos parece que empuñe un cuchillo enorme-, al que le han colocado una ridícula pañoleta negra de seda en la cabeza; el mamarracho está situado frente a la ventana principal, con el objeto de engañar a ladrones muy crédulos. [¿A que se parece a la madre de Norman Bates de "Psicosis"?] -Hitchcock Rides Again!-.
La Villa de la Abuelita Asesina
Recientemente la mafia rusa, empeñada en estropear aún más el paisaje si cabe, se ha construído en la zona unas viviendas de hormigón y mármol con forma de cubos, ¡horrorosas!. Tanto que me niego a poner una foto de esta nueva debacle hacia la naturaleza.
Hace siglos que los piratas hacen estragos en Calonge.
Hace siglos que los piratas hacen estragos en Calonge.
Revisión de un artículo de Xavier Sans Ezquerra del 2.008