Oncle Jules

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domingo, 3 de junio de 2012

SURREALISMO Y HUMOR NEGRO



 "Para participar en el torneo negro del humor es indispensable haber salido victorioso de numerosas eliminatorias. El humor negro tiene demasiadas fronteras: la tontería, la ironía escéptica, la broma sin gravedad... (la enumeración sería larga), pero, sobretodo, es el enemigo moral del sentimentalismo con aire perpetuamente acorralado -el eterno sentimentalismo sobre fondo azul- y de una cierta fantasía de corto vuelo, que se toma demasiado a menudo por poesía, persiste vanamente en querer someter el espíritu a sus caducos artificios, y no dispone ya de mucho tiempo para alzar sobre el sol, entre las demás semillas de adormidera, su cabeza de grulla coronada."
(...)
 "Era preciso -y luego se verá por qué peso mis palabras-; era preciso un desprendimiento a toda prueba, del cual estoy seguro de no cococer otro ejemplo similar para emancipar el lenguaje hasta el punto que Benjamin Péret ha sabido hacerlo de un golpe.
 Sólo él ha realizado plenamente sobre el verbo la operación correspondienre a la "sublimación" alquímica que consiste en rovocar la "ascensión de lo sutil" mediante su "separación de lo espeso".
 Lo espeso, en este terreno, es aquella corteza de significación exclusiva con la cual el uso ha recubierto todas las palabras y que no deja practicamente ningún juego a sus asociaciones fuera de las casillas donde las confina en pequeños grupos la utilidad inmediata o convenida, sólidamente apoyada en la rutina. El compartimiento estrecho que se opone a toda nueva entrada en relación a los elementos significadores fijados hoy en las palabras aumenta incesantemente la zona de opacidad que aliena al hombre de la naturaleza y de sí mismo. Aquí es donde, Benjamin Péret interviene como liberador.
 Hasta aquí, en efecto, los más grandes poetas se habían como excusado de no haber visto "muy claramente una mezquita en el lugar de una fábrica" o habían debido tomar una actitud de desafío para afirmar que había visto "un higo comer un asno". Parecen, mientras dicen tales palabras, conservar el sentimiento de estar cometiendo una violación, de profanar la conciencia humana, de transgedir el más sagrado de los tabús. Con Benjamin Péret, al contrario, esta especie de "mala conciencia" acaba, la censura ya no interviene, salimos del "todo está permitido". Nunca las palabras, y lo que designan, escapadas una vez por todas a la domesticación, habían manifestado tal libertad. Alcanza hasta a los objetos manufacturados, que los objetos naturales consiguen arrastrar a la zarabanda, rivalizando unos y otros en disponibilidad. Se acaba definitivamente con las antiguallas y con el polvo. Ha vuelto la alegría pánica. Toda la magia está encerrada en un vaso de vino blanco.

 "Este vino que sólo es blanco cuando sale el sol
porque el sol le pasa la mano por los cabellos".

Todo está liberado, todo salvado poéticamente por la entrada en vigor de un principio generalizado de mutación, de metamorfosis. Ya no se limita a celebrar las "correspondencias" como grandes resplandores desgraciadamente intermitentes, ya no se orienta y no se mueve por una realización ininterrumpida de acordes pasionales.
 Hablo de demasiado cerca, como de una luz que día a día, durante treinta años, ha embellecido mi vida. El humor brota aquí como de su manantial."



André Breton "Antología del humor negro", 1939.


MUERTE CON VACAS Y UN CAMPO DE HONOR, novela inédita de
Benjamin Péret (1899-1959).


 (Benjamin Péret escribió este texto en un lenguaje a base de argot reelaborado por él. Las expresiones del texto peretiano no tienen gran equivalencia con las de la lengua española. He elaborado una traducción aproximada a partir de una traducción previa de Joaquim Jordá. No sean muy duros conmigo. Oncle Jules 2012). 


Capítulo V: 'LOS PARÁSITOS VIAJEROS'.

"He aquí como ocurrió:

 Yo había recibido un cascote ferruginoso de granada en la bola y me quedé en blanco, cuando sentí que me cogían por las barras.

 Pensé: "¡Estoy seco!", pero estaba más para allá que para acá como para hablar. Cuando me quedé sin aire me encontré con unos seres volátiles a quince piés como mínimo por encima de un suelo que parecía una balsa de excrementos; pues sabes, nunca me ha gustado jugar con las nubes en una posición inestable; sólo deseaba una cosa: volver al suelo. Me dije: "No estoy lisiado, solo tengo que deslizarme a lo largo de las ramas; empujando hacia abajo con fluidez." Pero decirlo es no hacerlo. Cuando quise intentarlo, ví que los árboles y yo éramos la misma cosa. No es demasiado divertido verse convertido de repente en una hoja que da sombra, en un empleado de luto, sabiendo, sobre todo, que no había ninguna razón para que esto terminara. Intenté una véz más abandonar el árbol, ¡pero era tan ilusorio como atrapar el viento!



 Yo era árbol y muy árbol. Sentía como el corazón asesino palpitaba como si quisiera estallar en la maleta de mi pecho. Creía que esta sería la última línea de mi capítulo, me equivocaba. Una cavidad parlante envasó mi frente cornuda, pasó a mi protuberancia respiratoria, de allí a la maleta pectoral, descendió a la andorga y me abrasó una pierna.

 Aullaba como una sirena, sin darme cuenta de que, desde que mi pierna se había quemado, ya no estaba enganchado al árbol. Hice un movimiento y caí sobre un minino que, en vez de ser chafado, se fundió en mi maleta pectoral. ¡No era precisamente un acto de amor! El, sobre todo, estaba que echaba fuego y yo no sabía que hacer para que se pirara rápidamente.

 Tuve una idea -y tenía que  ser verdaderamente gilipollas para no haberlo pensado antes-. Me puse a plantar un pino y después de algunos gruesos cagarros como chuscos la bola del minino asomó por el final del tunel de mi recto. Y cantaba y cantaba, el escandalo que hacía era peor que la guerra de los Álpes.




 Tiré de la bola del minino, y después de unos diez minutos de esfuerzos, conseguí sacarme de encima el minino. Una vez libre, la cosa más urgente era salir de allí cagando leches. En cuanto a mí, estaba en los bosques flotantes de Baco y sin embargo tomo a Dios por testigo de que no tenía nada en el  desocupado estómago desde hacía dos jornadas. Se me doblaban las piernas, sin duda porque no había saciado mi apetito desde hacía tiempo y, al cabo de diez metros, me desvanecí y no tardé en dormirme. Me desperté al sentir las grandes gotas de lluvia que caían sobre mi cabeza como si fueran fresones. "¡Dios mío, la descarga!"

 Esta palabra tuvo un efecto mágico, como una bofetada, y el sol reapareció. Podía ser mediodía y, como estábamos en verano, el sol debería haberse encontrado justo encima de mi bola. Estaba a mi izquierda y se acercaba a mí a toda velocidad, como un horno a toda fuerza, cubriendome con su gran manto salado. Cinco o seis minutos después, ¡estaba entre mis piernas!, y mi polla erguida como un rábano.

 ¡Ah! ¡Que gusto, compañero! Era como un juego nuevo y todo jugaba en mí. Jamás había imaginado algo tan depravado. Y te aseguro que ahora se ha acabado con las mujeres. ¡Que vayan a quitarse las bragas a otra parte!; ¡No puedes saber lo que es! ¡No puedes saberlo!






 Después de eso, el sol desapareció en un árbol.

 Sentía que me había adelgazado, y durante horas y horas seguía adelgazando. Me dirigí hacia el sol que había vuelto a adornar el cielo pero, al cabo de unos piés, sentí que no podía llegar, volví a desvanecerme sobre la balsa de excrementos y me hundí completamente, pero estaba hirviendo y cada vez hervía más.

Al fín, volví a la superficie de la balsa de excementos, pero me dí cuenta de que me había convertido en un cisne sobre un estanque cubierto de nenúfares con forma de portamonedas, y tenía las plumas, en forma de rizos, al viento. Sobre la balsa de excrementos había un hombre vestido de oro de la cabeza hasta los piés, era un general en traje de gala enmedio de la miseria. Me hizo un pequeño signo con una de sus garras y me gritó:
 
 -¡Eh!, ¡Lohengrin*! ¡Vé con los demás!"

*Lohengrin es una ópera romántica en tres actos con música y libreto en alemán de Richard Wagner estrenada en 1850.



Grabados de Otto Dix. La última ilustración es una postal anónima.



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