Un empresario de la construcción que visitaba unas obras, en un percance se golpeó un pié contra un montón de ladrillos; como consecuéncia su zapato quedó destrozado por la punta.
Entonces el empresario se quitó el zapato dañado. En el calcetín que descubrió habían unos tomates enormes; éra un calcetín viejísimo. Por los agujeros del calcetín se podía apreciar lo exageradamente súcios que llevaba los piés; había allí roña adherida desde hacía meses.
La uña del dedo gordo de ése pié había crecido tanto que era fácil adivinar que había sido ella la responsable de la perforación del calcetín.
Los trabajadores estaban aterrados, áquella éra la uña puntiaguda y súcia de la garra trasera de la pata de un lobo.
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